Una tarde lluviosa de abril de 2017, volvía a casa despacio
viendo cómo la torrencial lluvia aplacaba mis rizos, sintiendo
su fuerza en mi piel. Llevaba unos meses Canalizando casi a
diario, metida en meditaciones tan largas y profundas, que
mis días transcurrían en permanente conexión con esa
exploración del mundo espiritual que estaba comenzando a
disfrutar de forma consciente. La lluvia provocaba una serie
de visiones, de recuerdos y de enseñanzas. Fue la primera
vez que fui consciente del poder del agua, de su
multidimensionalidad, estaba comprendiendo por qué era un
elemental tan primordial.
Al llegar a casa me di una ducha caliente para tratar de entrar
en calor después del chaparrón, pero en especial porque no
quería salir de esa sensación de ser parte de algo, una idea
que ha obsesionado mi mente desde que tengo memoria.
Me puse ropa cómoda, tome un recipiente de cristal de la
cocina y lo llené de agua que coloqué cuidadosamente en el
altar de mi casa, me senté frente a él, respiré muy
lentamente, cerré los ojos diciendo para mí misma, “soy
agua”.
Sentí que entraba en ese estado de trance profundo al que se
llega cuando meditas mucho tiempo, simplemente dejé que
las imágenes bullían de dentro hacia afuera y viceversa,
manteniendo mi respiración lenta, constante, escuchando y
sintiendo el aire que llenaba y vaciaba mis pulmones.
Pasados unos minutos, vi un tubo de luz azul y violeta que se
alzaba desde dentro de mi cabeza hasta donde no alcanzaba
mi visión, sentí mi ser salir despedido por ese tubo como si el
viento me llevara sin oponer ninguna resistencia. En unos instantes me encontraba en un lugar oscuro, con algunas
luces como estrellas al fondo; pensé que estaba en el espacio
viendo en primera persona, traté de ver mis manos pero en
su lugar había unos dedos más largos con membranas entre
ellos muy parecido a la aleta de un pez o a las ancas de una
rana. Apenas podía ver detalles con la poca luz que había, de
la forma como podía desplazarme, comprendí que estaba
bajo el agua, pero no veía qué había delante de mí.
No tardé mucho en empezar a acercarme a unas luces que
poco a poco iban creciendo en cantidad, algunas eran neones
que salían de una especie de construcciones en las piedras.
Parecía una ciudad antigua y precaria hecha de roca,
sumergida en las profundidades del mar, adornada con
corales lumínicos. Aunque en realidad sus formas no podía
reconocerlas.
Exploré cierta parte de lo que parecía una ciudad en ruinas; enseguida
me di cuenta de que parecía más un recuerdo y que en él no
habitaba nadie más. No podía controlar a dónde me dirigía,
era como vivir en una escena de una película de ciencia
ficción. Me dejé llevar por esos recónditos paisajes unos
minutos, hasta dejar que el mismo viento me devolviera a mi
ser a través del tubo. En ningún momento de la experiencia
sentí miedo o ansiedad, no consumí ninguna droga, ni me
sentía enferma. Después de analizarme y recordar la
habitación y el altar donde me encontraba abrí mis ojos
agradecida y en paz.
No sabía, ni sé aun qué fue lo que vi, tal vez las sirenas
existen o existieron y en alguna vida compartí con esa raza o
tal vez estaba viendo otros mundos, otros planetas u otras
dimensiones. Quizás el agua y el trance construyeron en mi mente un lugar imaginario qué visitar, o se me estaba
mostrando el recuerdo de algún otro ser.
Es muy probable que nunca averigüe con real certeza qué fue
lo que vi, pero siempre que experimento este tipo de cosas
me siento profundamente agradecida y llena de paz. Hace
que mi ser se cuestione hasta su propia existencia y
encuentro más caminos para llenar la sed de curiosidad por
este universo del que formo parte y el cual habito.

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One response

  1. Este blog me recuerda un libro «Hercolubus o planeta rojo, pienso que podría ser alguna vida que tuviste, o fuiste realmente algún lugar que existió hace mucho, me estoy desatrazando de tus blog y me deja muchas preguntas.. me gusta lo que he leído. Sería genial seguir leyendo todo

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