Busque durante una semana el péndulo en tiendas y en internet, pero no encontraba nada parecido a lo que había visto y tampoco sabía para que servían los péndulos.

Mi última opción fue salir antes de mi casa y pasar por los puestos artesanos de la calle de camino al Transmilenio. Al llegar al último puesto el Indígena al que había ignorado la semana anterior estaba allí sonriendo y mirándome fijamente, me dijo algo así como – “te estaba esperando, tengo lo que buscas, ella te estaba buscando” – lo miré sorprendida sin poder pronunciar ninguna palabra. Sacó de una bolsa negra envuelto en periódico un cuarzo cristal roto exactamente igual al del péndulo de mi visión, con sus aristas e imperfecciones. Él me explicó que el día que venía su taita a bendecir la mercancía, yo pasaba de prisa por ahí y ese cuarzo salió volando y se rompió, rodando hasta mis pies. No me di cuenta y seguí caminando, el Taita lo recogió y le dijo que guardara el cuarzo roto y que esperara a que yo fuera por él.

Yo no entendía por qué una piedra me iba a buscar o a esperar, era un concepto que me parecía, más que extraño, imposible. Pero estaba tan maravillada de lo que estaba pasando que me senté a su lado a ver cómo el indígena convertía mi cuarzo en un péndulo provisional. Él me comentó que alguien del “otro lado” que me amaba mucho deseaba comunicarse conmigo y que no sabía cómo acercarse sin asustarme, así que debía usar el péndulo una sola vez para entender el mensaje en respuestas de si o no y luego nunca más usarlo como un método de comunicación ya que era peligroso.

Me fui viendo el péndulo por el camino sin entender muy bien que me había querido decir ni para que servía ese péndulo, pero por primera vez tenía suficiente curiosidad como para averiguar quién quería comunicarse conmigo.

En la tarde siguiendo unas instrucciones de internet y recordando las palabras del indígena, me senté en posición de meditar y me dispuse a utilizar el péndulo. Hablé en voz alta al ser que quería comunicarse, le dije que quería saber qué quería decirme y, con algo de miedo, que esperaba que no quisiera hacerme ningún daño.

Recuerdo que empecé preguntando si había alguien conmigo y me respondió que sí.

Pregunté un par de cosas de las que no sabía la respuesta y las apunté en un papel para corroborar después que eran correctas. Y luego le pregunté si era un familiar, a lo que me respondió enérgicamente que sí. Después el péndulo dejo de girar de repente como si alguien lo hubiese cogido en el aire. Sentí mi corazón en la garganta, estaba aterrada, pero deseaba saber quién era así que cerré mis ojos, inmediatamente vi una imagen que me hizo soltar el péndulo sobre mis piernas. Había alguien parado frente a mí, un hombre que no conocía en ese momento pero que se me hacía muy familiar. Escuché su voz claramente igual que la del “sueño” en el Transmilenio – “no estás sola, estoy aquí. Si dejas de temer me encontrarás y yo seré tu guía.”

Sentí mucha paz y energía estática corriendo por mis brazos y pecho. Abrí mis ojos y lo vi tan claro como cuando los tenía cerrados y en un instante desapareció.

Así terminó mi primer contacto abierto y reciproco con el más allá siendo consciente de lo que hacía, sentí tanto amor en ese instante antes de que él desapareciera que quería saber más, pero él no volvió a aparecer, aunque de vez en cuando podía sentir su amor y recordar que no estaba sola en este camino.

No supe quién era él hasta un año después, en mi primera canalización consciente, pero eso es una historia que te contaré próximamente.

Tags:

One response

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Últimos comentarios